NO HAY EDAD PARA AMAR
En una etapa de la vida en la que pareciera todo haber terminado, en una casa hogar donde hay rutina y a veces soledad, surge un amor que ninguno de los dos se esperaba. Se veían todos los días, tímidos cual si fuesen dos adolescentes. Don Eusebio comenzó a notar que esa dama de cabello platinado y muy linda sonrisa le atraía, que le gustaba su mirada, que quería que lo mirase a él. Aurorita ya hacía tiempo que le prestaba atención calladamente. Era una buena vida la que intentaban darles en esa casa hogar, pero muchos de ellos se sentían perdidos en esa última etapa y la incertidumbre que conlleva. A algunos les agradaba convivir con los compañeros, los paseos y las actividades en las que tocaba relacionarse un poquito más. Pero, algunos otros, se sentían abandonados por la familia. Nunca hubiesen querido dejar su casa, el que fue su hogar de toda la vida, donde vivieron con sus seres queridos. Era en realidad difícil entrar en esa nueva vida. Aurorita siempre fue soñadora, no la p