BESOS PECAMINOSOS
I nevitable a una edad tan, pero tan tierna, el indagar sobre el despertar de las emociones que los grandes vivían, que sentían, que disfrutaban y que parecían frutos prohibidos de temible encanto, a saber por qué los concebía como un pecado! Y ella, una pecadora como la sensación, sin duda alguna, de algo tan imposible de explicar y tan fácil de sentir y de concebir, no sin cierto dejo de incredulidad. Incredulidad ante el solo pensamiento de que el roce de dos carnes le dejaran trémula de emoción la dermis y la transportaran a un paraíso de dimensiones desorbitadas. Así transcurría su infancia. Era muy chiquitita! Y cuando veía esas escenas... La escena de mayor atrevimiento que en su vida imaginó poder ver en una pantalla, ese roce tan breve e intenso, tan sensible, tan difícil de comprender y más difícil aún de sacar de su mente: UN BESO. Cuando los mayores miraban alguna película lo primero que pensaba es... "Esta vez veré, veré eso tan excelso, veré... un... beso?" Y al