YO SOY FELIPILLO

  Aquí mi participación en la revista

                 Me Gusta Leer

Edición No. 22, de Mercedes Soriano Trapero, del blog


literatureandfantasy.blogspot.com


El tema ha sido "Mil palabras para una imagen". Recordando esa frase de que "Una imagen dice más que mil palabras", esto ha sido posible gracias a las imágenes creadas por Miguel -TARKION- del blog

           

           Iadictodogital.com


He aquí una oportunidad de conocer las bondades que nos proporciona  la IA, para quienes no sabíamos bien a bien infinidad de detalles sobre el tema. Ha sido posible gracias a las imágenes creadas por Miguel y a la creatividad de Mercedes Soriano Trapero, siempre inquieta en la búsqueda de encontrar algo diferente. 


¡GRACIAS AMIGOS! 




Revista de Mercedes Soriano Trapero,
 Me Gusta Leer 







Imagen de Miguel, TARKION, del Blog Iadictodigital.com


YO SOY FELIPILLO


Tengo cien años.


Mientras camino por mis rincones y veo mis sitios favoritos, se encuentra justamente este. Este de horas interminables viviendo historias: las mías, las tuyas, las de ellos, las de otros. Las de todos tenían alguna relación con mi vida, de una u otra manera.

Esa vela... Siempre encendida, siempre así. Quiero mirarla hasta que llegue mi último día. Quiero recordar cada instante su compañía. Y la que yo le he dado a ella. Siento que no es un objeto inanimado, sé que tiene vida. La vida que yo le doy, la vida que hemos compartido. Tiene vida porque en cada movimiento de su flama con el aire me recuerda que me dice todo. Sí, me dice todo porque ella no se calla. Me recuerda lo que ocurrió hace tantos años. Me recuerda que siendo un niño la tomé junto a la ventana para alumbrarme mientras leía un cuento. Sí que había luz, la había. El foco, aquel foco que apagué para alumbrarme con ella. ¡Era mi amiga! Me daba calor, me protegía, me dejaba ver las imágenes del pasquín aquel. Era mi cómplice, ella y yo eramos libres, imposible imaginar siquiera que en pocos segundos iba a estar escuchando un ruido extraño y a sentir más calor del normal, al voltear pude ver que mi flama amiga se distrajo y tomó por casualidad una de las orillas de la cortina y comenzó un incendio. Nunca podré olvidar el miedo que sentí, la solté y comencé a gritar desesperadamente sabiéndome frágil e incapaz de solucionar yo solito esa situación, tenía nada más ocho años. Por esa razón tuve que salir de ese mi mundo magnífico y extraordinario que me  construí. Las flamas me hicieron saber que sólo con gritos de auxilio había una esperanza. Me costó muy caro, los golpes que me propinó mi padre uno tras otro tras otro con una furia brutal, me dejaron hinchado, adolorido. Plenamente lastimado creo -solo creo, no recuerdo bien- que intenté comprender la furia con que fui golpeado porque tuvieron que apagar ese incendio con el mismo susto que tenía yo porque, de no hacerlo, pudo ocurrir una tragedia mayor, como el incendio de toda la casa. Sigue la flama a través de los años siempre conmigo haciéndome saber a cada segundo que con precaución nos cuidamos ambos. La tengo aquí conmigo para no tener miedo, quiero su compañía siempre, ya que... Tengo cien años.


Años después de aquel evento ya casi con cariño es que lo recuerdo. Sobreviví a las flamas y a los golpes que me "gané" (así decía mi padre).  Pero inevitable es eso que me hacen sentir los escritos a pluma fuente que tanto me esmeré en hacer. La pluma fuente me hacía una gran ilusión y es indescriptible la sensación que a media luz me daba el estar trazando letras, esas letras tan amadas que me acompañarían por toda mi existencia, que me siguen acompañando. ¡Momentos indescriptibles! Sagrados, únicos. Entre el aroma de la cera, el pequeño ruido que la flama hacía al moverse y lo que la inspiración provocaba y que plasmaba en esos papeles que ahora se han alejado, son una de las partes más importantes de esta vida mía, que sigo transitando a pesar de todas las vicisitudes y desencantos, de todos los dolores físicos y morales. Costó trabajo llegar hasta aquí, costó el pensar que la vida no daría más cuando aquellos padecimientos me hacían pensar que, aún sin quererme rendir, no tendría más remedio que aceptar que mi tiempo se terminaba. ¡Pero no fue así! Y aquí estoy, y tengo cien años tan llenos de vida, de experiencias acumuladas. Hoy puedo decir que lo mejor de lo mejor ha sido saber que en lo sencillo, en los placeres aparentemente simples, está el sabor de la vida. Y que cuando trascienda, que ya mucho no debe faltar, no me llevaré nada de lo que aparece aquí, en mi rincón, pero me llevaré todo el amor que lo envuelve. Se ve, se siente todo este amor.


A esta edad analizo las barbaridades que tuve que escuchar acerca de nosotros, los hombres. Que no tenemos sentimientos, que somos egoístas, que sólo pensamos en la carne, que vemos unas caderas en movimiento y se nos nubla la razón. Yo no fui así nunca, nunca. Yo amo, yo siento. Yo creo en la bondad como expresión excelsa del ser, en el amor como lo único que nos vamos a llevar. Yo veo a la mujer como un ser que me hace sentir especial y muy privilegiado de tenerla a mi lado. Y la respeto, y creo y practiqué por siempre el respeto y la devoción a la mujer. Si no fui perfecto en otros aspectos de la vida, tuve siempre esos valores y fui siempre muy sentimental. Y ahora, un poco más. Creo en el amor y no me canso de decirlo. Creo en todo lo que ella me hacía sentir aún sin rozarnos, eso era hacer el amor. Sin más, sin menos. Lo era todo. Y por fortuna los dos estábamos en la misma sintonía. Nada como nuestro amor, nada como nuestra entrega, nada como todo lo vivido.

Paquita, siempre estás conmigo.


Y yo aquí, con mis cien años, tu Felipe se prepara porque pronto nos habremos de encontrar otra vez. Mucho más ya no puede quedar, estamos en la recta final. En esta en que también conservo esta máquina de escribir. Al principio sentía que traicionaba a la tinta, a la pluma fuente, cuando me divertía escuchando el ruido de cada tecla al oprimirla. Pero mantengo a mi lado a ambas formas de manifestarme y agradezco la bondad de una y de la otra. Son horas interminables vividas junto a ambas, son siglos de sueños y de abundancias. Me están haciendo cogerle cariño a esta vida, dejo plasmadas las miles de aventuras que ocurrieron y las muchas otras que soñé. Las dos son reales y las dos me confirman así como tú, mi amada Paquita, que siempre entendiste todo este mundo tan mío, que lo hiciste tan tuyo y con tu silencio y tus dedos tibios sobre mi cuello establecíamos una complicidad sólo comparable al mismo Cielo, ese azul, ese dónde tú me estás esperando.


Lo que no llegaste a ver fue la foto de mi padre. Hubo un momento de la vida en que necesité tenerla cerca. Hubo una no muy común comunicación entre él y yo, él amaba las letras y también pasaba horas enteras en su quehacer, ahora siento una conexión con ese hombre que me dio la vida. Ahora lo comprendo más, ahora resbalo más cómodamente en sus andanzas. La tuya Paquita, tu foto, está tatuada en mi mente y en mi alma. Nosotros fuimos, nosotros somos, un caso aparte. Si no te supiera tan cerca de mí, créeme, nada de lo que estoy escribiendo sería posible.


También ha de extrañarte esa lupa... Cuando tú estabas, aún no la necesitaba como ahora. Te fuiste demasiado pronto esposa, pero te quedaste. Y como para amarnos no hacía falta nada más que amar, es que he podido sobrellevar tu ausencia física. ¿Sabes que te amaré hasta mi último instante?


Pues sí, hoy que cumplo 100 años puedo decir que la misión está cumplida, que si bien disfruto estar aquí a pesar de los dolores y de los huesos cansados, sé de cierto que ya pronto partiré a donde la felicidad es eterna, donde todo es paz y amor.








Gracias a Miguel por la imagen que ha retratado mi vida, gracias a Merche por sus arranques de creatividad y amor cristalino. 

 









Comentarios

  1. Hola, Maty, gracias a ti por tu relato. ¡Enhorabuena!
    Un fuerte abrazo. :)

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  2. ¡Maty!

    Este relato tuyo no se lee, se honra. Y lo digo con todo el peso de la palabra. Porque no solo transmite una vida larga, sino una vida bien vivida, con memoria, con ternura, con dignidad, con amor del bueno. Y todo ello contado sin afectación, sin postureo, sin una sola palabra que suene forzada.

    Desde las primeras líneas sentí que estaba entrando en algo íntimo, casi sagrado. Hay textos que remueven, pero el tuyo directamente emociona. Porque tiene alma, porque hay verdad detrás de cada imagen. Esa vela no es solo un símbolo, es una compañera, una guía, un testigo de vida que late en cada párrafo. Y ese recurso tuyo, que comienza con lo cotidiano y acaba siendo casi litúrgico, es una joya narrativa.

    Has usado los objetos con una maestría que emociona: la vela, la lupa, la pluma fuente, la máquina de escribir, la foto de Paquita… todos son anclajes de memoria, puertas abiertas al tiempo, a la fragilidad, a lo vivido. Y no se sienten como decorado, sino como extensión del protagonista. Me pareció brillante cómo vas fusionando pasado y presente en una danza melancólica perfectamente ejecutada.

    Tu lenguaje, además, es evocador, íntimo, lleno de imágenes sensoriales. El crujido de la máquina, la cera que huele a recuerdos, los dedos tibios de Paquita… todo está contado con una honestidad emocional que conmueve con profundidad, sin forzar nada. Cada frase parece expandirse como un suspiro largo, y la musicalidad del texto es casi de plegaria. La repetición de frases como “tengo cien años” o “Paquita” funciona como un latido, como un ancla emocional que sostiene todo el relato.

    Y cómo te agradezco, de verdad, esa reivindicación del hombre que siente, que ama con profundidad, que no teme hablar del respeto, de la ternura, de lo sagrado que puede ser el amor. Esa frase tuya de “hacer el amor sin rozarse” es de las que no se olvidan. Porque dice más del amor real que mil novelas juntas. La carga de profundidad emocional en ese recuerdo es extraordinaria.

    Además, me ha llegado muy hondo la conexión con el padre: esa comprensión tardía, esa reconciliación en silencio… Qué necesaria es esa parte, y qué humana. No todo tiene que resolverse con palabras, a veces basta con una foto cerca, un pensamiento compartido, un gesto atrasado que por fin encuentra su lugar.

    ¡Un fuerte abrazo, Maty!

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    1. No sabes cómo me emocionada Miguel. No te imaginas. Que un escritor que admiro tanto me diga todo esto, es como el regalo más preciado. Te lo agradezco desde el fondo del alma, ese análisis pormenorizado es darme cuenta de que lo que soy, lo sabes como nadie. Gracias amigo, mil gracias y mil abrazos.

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  3. Enhorabuena por el texto y el sentimiento de las dedicatorias. Un abrazo. :)

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    1. ¡Muchas gracias Blas! Gracias por venir por aquí. Un abrazo 🤗

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  4. La vela, descrita como una compañera viva con una llama que "dice todo", es el corazón de tu relato. Representa la continuidad de la existencia de Felipe, desde su infancia —marcada por el traumático incendio y los golpes de su padre— hasta su vejez. La personificación de la vela, que "no se calla" y le recuerda cada instante, dota a tu escrito de una calidez poética y señala cómo los objetos cotidianos pueden encarnar la historia personal y las lecciones aprendidas.
    El protagonista reflexiona sobre sus cien años con una mezcla de humildad y orgullo, destacando que la felicidad reside en "los placeres aparentemente simples". Esta filosofía de vida, que valora el amor, la escritura y los pequeños rituales (como escribir con pluma fuente o máquina de escribir), contrasta con las dificultades enfrentadas —dolor físico, moral y la pérdida de su esposa Paquita.
    La escritura es un acto sagrado para Felipe, un medio para plasmar sueños y aventuras reales o imaginadas. Este amor por las letras lo conecta con su padre, una figura inicialmente asociada a la violencia pero que, con el tiempo, Felipe comprende y valora por su pasión compartida por la escritura. Esta reconciliación tardía añade una capa de redención y humanidad.
    A pesar de los "dolores y huesos cansados", Felipe enfrenta sus cien años con vitalidad y una fe serena en la certeza de que pronto se reunirá con Paquita en un lugar de "paz y amor", una luz de esperanza para él.
    Te felicito.
    Un abrazo, Maty.

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    1. Marcos, es de agradecer que te hayas introducido así en el texto, en verdad que te lo agradezco mucho. Un abrazo 🤗

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  5. Felicidades Maty, todavía no he leído todos los relatos. Me ha encantado. Como cuenta sus 100 años de vida, con humildad, y deseando ya reunirse con Paquita. Pensando que ya no debe faltar mucho.
    Es un relato muy emotivo, y has usado los elementos como ancla a sus vivencias o así me lo ha parecido.
    Un abrazo fuerte🤗

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    1. Dakota, muchas gracias! Yo tampoco he leído todos aún, te agradezco tu presencia. Un gran abrazo 🤗

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