Y ENTONCES, OBSCURECIÓ.
Un hombre como cualquier otro. Pero también con otra realidad y otra circunstancia. Las circunstancias de todos son únicas, diferentes e irrepetibles (aunque mucho se puedan parecer).
Este hombre entra a su camerino y saca ese montón de pinturas de todos los colores posibles. Pero esa tarde, esa tarde antes de la función algo extraño se apoderó de su interior. Tomó pinceles y comenzó a rayar su rostro en todas direcciones, con todos los colores que tenía a mano. Muchos, muchos colores. Combinaciones también. En un rato, parecía un lienzo extraño. Sólo se sabía que había un rostro cuando abría sus ojos. Al hacerlo y mirar lo que la pintura había hecho con su cara sentía cosas también extrañas. Todo, todo en esa tarde era extraño. Por un lado, cierto alivio de no ver la cara que siempre lo miraba en el espejo. Sus manos temblorosas tocaban esa textura que al secarse se iba acartonando. Quería olvidarse de lo que había allí debajo. Quería escupir la nueva imagen, la extraña imagen en que se había convertido. Y cerraba de nuevo los ojos, porque el sufrimiento era más grande cuando veía eso que había creado, ya que de una y mil maneras el que estaba detrás seguía siendo él mismo, por más que lo quisiera olvidar.
El intentar un olvido difícil de lograr es la forma única de salvación en momentos así. Olvido, olvido. Negación, evasión.
Le había pasado todo y al mismo tiempo no le había sucedido nada. ¡Qué más que la vida que le había tocado vivir! Un Universo en el que pululaba una sensibilidad que hacía que la falta de amor, fuese más palpable y se clavase como una daga enmedio del pecho.
Su caminar diario por esas calles que ya se sabían de memoria sus pasos parecían decirle que no había más novedad, que todo seguía igual. Que su paso por el acontecer diario era un paso más. Sí, que él era uno más.
Solitario, pues, llegaba cada tarde a dar función.
Pasaban las horas y él seguía con esa cara acartonada con la cantidad de pinturas que sin ton ni son rayaron su rostro para olvidar, para olvidar. Al grado, que estaba olvidando que no era para nada el maquillaje que su función de todos los domingos a las 6, requería.
Corría el tiempo, el reloj no se detenía y el barullo de la gente que ya ocupaba sus butacas se escuchaba. Risas, a veces carcajadas de la gente que compraba sus golosinas y vacilaba con sus acompañantes, habían ido a pasar un buen rato, por supuesto. Un rato también de olvido, de evasión de la vida diaria con sus vicisitudes, sus problemas, sus cosas de cada día. El problema en la oficina, el disgusto en la casa.
La función tenía que comenzar, eso el público lo sabía. Así que ahí, tranquilos y sonrientes esperaban mientras bromeaban, comían y bebían. Era un espacio para puritita felicidad, para entretenimiento, ¡para pasarlo bien, que caray! Nada más, nada menos.
El que estaba allí detrás olvidando, olvidaba también lo que en pocos minutos debía suceder: salir a escena a hacer reír, no ser él mismo y convertirse en el personaje al que daba vida.
Vida... Vida es lo que se le terminó esa tarde. La vida se le fue, así, con la cara acartonada. Esos ojos que sangraban al abrir, no sangraron más. No se abrieron más.
La función, había terminado.
A veces ni el maquillaje puede ocultar el dolor emocional que expresa un rostro.
ResponderBorrarPor supuesto Cabrónidas, los ojos reflejan.
BorrarEs imposible ocultar nuestro propios sentimientos y emociones.
ResponderBorrarEs así. Gracias por tu visita! Y dime cómo puedo visitar tu blog, no encuentro la forma. Saludos!
BorrarSeguirá en otro plano, haciendo lo que mejor sabe hacer. Una función termina para el comienzo de otra. Besos😘
ResponderBorrarJustamente es así, querida Mar. Un abrazo cálido. 😍
BorrarLa función termina en un plano y comienza en otro. Ya sabemos que es ley de vida, pero con las personas que son allegadas de alguna forma el dolor y la tristeza es inevitable al menos por un tiempo, luego queda el recuerdo en el corazón.
ResponderBorrarTe dejo un fuerte abrazo reconfortante, querida Maty.! 🌷💜
Sí que es reconfortante tu abrazo Mila querida! Gracias mil, y qué gusto de verte 🤗
BorrarUn relato duro. Buscar al final de la existencia ser otra cosa, huir un poco de lo que se ha hecho y de lo que se ha sido, es bastante triste. ¿Y por qué huir? ¿Porqué esa necesidad de querer ser algo diferente? Acá creo que viene la muerte a remediar la vida. Me encantó y da para reflexionar mucho. Saludos.
ResponderBorrarCansancio de la vida, querida Ana. Una de las partes duras de esto del vivir. Te dejo un beso.
BorrarHola Maty! Es inevitable sentir esa honda tristeza y dolor, e imposible disimularla o enmascararla en estos casos.
ResponderBorrarCreo que somos energía y que esta sigue en otra dimensión.
Un abrazo gigante!
Sí, me encanta pensar en la otra dimensión. Abrazo de regreso Yolanda, muchas gracias 😘
BorrarHola, Maty, tu relato parece que va de ocultar uno su propia realidad por el dolor que le produce y con ese giro final, irrumpe como un mazazo. Nos deja reflexionando envueltos en un aire de tristeza.
ResponderBorrarUn abrazo.
Sí que es una de las etapas tristes de la vida María Pilar, te agradezco mucho que lo hayas leído. Un gran abrazo 🌹
BorrarHola Maty, son tantos los pensamientos, sensaciones y reflexiones que dejas en mi, que me siento abrumada. Es una belleza. Te aplaudo. Un abrazo y feliz Navidad
ResponderBorrarNuria, estas palabras viniendo de ti sí que me hacen sonreír. Muchas gracias! Feliz Navidad para ti también 😘
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