CÁNDIDA DESNUDEZ, ENTREGA.






Cándida. Lista, pero cándida. Aguerrida, pero débil a la vez. Dulce, llena de ternura. Pero cándida. Inteligente, pero  la lucidez a veces, muchas, brillaba por su ausencia. No importaba eso, era un simple detalle ante lo majestuoso de ese momento. 


Pudorosa y amorosa, con todo ese amor a raudales se despojó por primera vez de sus vestimentas. Su ansia de amar a ese amor era irrefrenable, carente de toda lógica. Cataclismos eran sus emociones, no había un medidor para esas trepidaciones. No había una sola explicación, todo era sentimiento. 

Al verse sin ropa quedó más vulnerable y a la vez más valiente. Aquello tan deseado, aquello tan esperado estaba allí entre esas paredes. En ese encuentro se jugaba la vida entera. SU vida entera estaba allí congregada, resumiendo la culminación de las ansias en esa entrega. Era lo que era, no había más. Y lo era todo, todo. 

Nada tenía que ver con teorías, con historias de otros.  Nada. Esto era su momento y su entrega. 

No importaba más que en ese instante estaba todo lo que ella era, lo que siempre deseó y tal como se lo había pedido a Dios.

              *****************


De repente se vio en una esquina, su pudor le hizo morder una sábana por uno de sus bordes,  mientras el resto de la tela caía intentando cubrir lo que había sido producto de su entrega. Así, cándida. No había mares ni nubes ni auroras boreales que se asemejaran a aquello. 


***************************



Pasaron los años, pero aquella tarde quedó grabada para siempre. Está viva y desbordando verdad y totalidad. Total era ella, total su deseo. Más que total era su amor.



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Y sí, pasaron más años. Nadie más había visto su desnudez, nadie. Al saberse desdeñada, al sentir que esa intrepidez la dejaba en el total abandono, que sus sueños y deseos quedaban atrapados en un tiempo muy extraño, no quiso desear morir. Deseaba simplemente que alguien más viera lo que aquellos otros ojos vieron. Comenzó esto a ser casi una necesidad. 


Esa tarde, esa sábana, ese primer despojo de vestiduras vivían y tenían un latido propio. Esa candidez le cobraba un precio muy alto, pero lo pagaba. No había un solo atisbo de arrepentimiento, sólo necesitaba saber que el desdén no la iba a destruir.


Quitó sus ropas entonces ante quien convirtió todo aquello (aún sin saberlo) en la tabla que la sostendría. Así, sin un solo roce. Así, sin más que ser captada por un momento nuevo. 


Cándida, tal y como se lo había pedido a Dios...


Comentarios

  1. Uno pide y ese deseo se cumple. No sólo quitarse la ropa es desnudarse, esta acción a veces es más complicada. Un abrazo Maty.😘

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    1. Cierto! El desnudo del alma...

      Gracias Mar, un abrazo para ti 💐🌹🥰

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  2. Desnudarse físicamente sabe todo el mundo y no tiene mérito. Desnudar la mente es de valientes o de inconscientes, diría.

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  3. El momento de la primera entrega queda grabado a fuego. No es nada más un recuerdo del cuerpo sino del alma. Un velo se descubre, para bien o para mal. Me encantó tu escrito, siempre logras ponernos a reflexionar. Te dejo un abrazo.

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    1. Muchas gracias Ana, me encanta te haya gustado. Un abrazo grande ❤️

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  4. Lo apasionado siempre gusta leerlo. Muy bonito el escrito. Se refleja una contradicción interna muy bien. Me parece. Suerte con el blog. Saludos

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    1. Muchas gracias! Aprecio mucho tu visita y comentario.
      He pasado por tu blog tratando de descubrir más de ti. Seguimos en contacto.

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