MI GRAN MILAGRO

 




Y caminando por aquí...



Iba caminando por un camino pedregoso y enredado, enlodado en tramos, cuando encontré casi simultáneamente, dos bultos. Uno era un cofre que brillaba y apenas se había empolvado con la tierra que por allí volaba con el viento. Era ostentoso. Piedras, colores. El otro era una cajita de cartón un poco corrugada, maltratada en su ligereza por ese tiempo inclemente, por las pisadas indiferentes de quienes la pasaban por alto. A pesar de tanto, sobrevivió y allí estaba, yo tenía qué elegir entre las dos pero ni por un segundo dudé en decidirme por la maltrecha. La otra, casi irrompible, qué más podía guardar que no fuera algo igual de fuerte? A la vista, no necesitaba demasiados cuidados. Ahí estaba, había sobrevivido. Bastaría con soplar un poco y estaría intacta. En cambio, la otra gritaba necesidad, gritaba su sobrevivencia enmedio del infortunio. Necesitaba más atención. Decidí tomarla entre mis manos! Algo me decía que algo grande me depararía. Lo hice con cuidado extremo, temía que se desbaratara y no pudiera yo descubrir su misterio. Sí, seguro que había algo en ella, quizá no del "valor" del oro y el oropel, pero sí de aquello que trasciende a través de los tiempos porque perfora los instintos, los sentires, lo inapreciable para algunos.


La tomé y caminé de prisa pero con sumo cuidado, el camino no era suave y el viento soplaba fuerte, movía mi cabello a veces cegándome y debía tener cuidado al dar pasos firmes enmedio de tanta maleza y suciedad. Y sí, encontré un espacio en el que pude sentarme.  No muy grande, no muy chico. Lo que yo necesitaba. Me senté y mis latidos se sentían más acelerados que de costumbre. Era como si allí fuese a encontrarme algo que... Algo que me movería de norte a sur. Algo que me hacía sentir un calor interno tan profundo que ya, ya no aguanté más. Fui delicada con esa pequeña caja, parecía tener vida. 

                     *****

Fui quitando de su superficie las piedras que más difíciles eran de sacar, las que parecía que podían haberle hecho daño. Y así fue: una por una, las ramitas, el polvo, y un poco de lodo aún húmedo que reblandeció un poco su textura, sin llegarla a dañar. Esa cajita parecía frágil, pero se defendió de todo como quien se defiende a sí mismo del peligro. Al fin! Llega el momento y busco el mejor lugar para imprimir un poco de presión, trato de estudiar por dónde mis dedos debían entrar sin lastimarla. Y poco, muy poco a poco se fue abriendo. 


Era verdad, tenía vida. Había allí un ser con ánima que clamaba, que me pedía, que me sonreía por estar con él. Y salió, y se sentó a mi lado. Comenzó a brindarme ternura a raudales y montones de experiencias sensoriales que tocaban cada milímetro de mi esencia. Y así, con ese tiempo inclemente nos levantamos y caminamos, nos tomamos de la mano como si hubiésemos sabido que ese encuentro se tenía qué dar, que eso tenía qué pasar. Y ninguno de los dos creíamos en las casualidades, mas sí en las causalidades.


En ese caminar, cambió el clima y cambiaron los escenarios. De pronto la ciudad, de pronto las banquetas, al rato árboles frondosos y un sol que deslumbra, como también alguna lluvia, desde tenue hasta llegar a parecer una tormenta. Hubo de todo, y parecía no tener fin. Seguíamos tomados de la mano simplemente vigilantes a todo aquello que uno quisiera expresar al otro. Era lo que en verdad tenía valía, ninguna otra cosa más. Lo intangible y perpetuo.




"Lo intangible y perpetuo"


Yo conservaba esa cajita, el alma ahora con cuerpo parecía pedirme que lo hiciera. Alguna razón tendría, de cualquier forma nunca olvidamos de dónde salimos. Una de las almas se disponía a ello y la otra estaba solamente esperando tomar aire y tomar una mano amorosa. Y la experiencia sensorial se acrecentaba conforme se avanzaba en el caminar. Fuimos inseparables! Tocamos cielo y estrellas, (o acaso ellos nos tocaron a nosotros?) La cosa es que estábamos allí, clavados. 


Como todo lo que en la vida vale la pena, eso no lo planeamos, simplemente sucedió. Y entregamos los cinco sentidos a esa amorosa experiencia. 


Al llegar a la cúspide de las emociones, al sentir la embriaguez total, mi Alma (así lo llamaba) se puso pensativo, triste. Era como si de pronto hubiese recordado algo. Me traspasó el corazón, presentí dolor. Presentí infortunio para los dos y, aunque siempre he sabido que todo regalo maravilloso tiene un costo -y a veces demasiado alto- qué pagar por haberlo conseguido, mi corazón temblaba. 


Así pasaron días y semanas, en que tuvimos qué soltarnos de las manos. No porque quisiéramos, sino por aquello que a mi Alma le agobiaba. Las lágrimas no me dejaban ver con claridad, pero sabía exactamente que debía devolverle esa cajita de donde emergió tanto! Para volverla a habitar y regresar a sus orígenes. Sí, había otros orígenes. Había otras razones muy aparte, lo sabía. La tristeza y desazón eran profundas. Al mismo tiempo comprendía y no comprendía. (O no podía, no sé!). 


Y partió. 



Pagado el precio, pasado el tiempo, nos volvimos a encontrar. Nos reconocimos. Yo, inmediatamente. Él, mostraba un poco de extrañeza y su rostro tenía un rictus de dolor. Nos miramos, nos escuchamos sin hablar. Dios fue muy generoso antes, y lo era ahora haciéndonos ver que si estábamos allí, era de una manera diferente. Porque éramos los mismos, pero ya no iguales. Porque ahora tocábamos nuestras manos pero sin roce alguno, porque ahora lo comprendíamos todo y habíamos pagado el precio. Sí que fue alto en más de un sentido, pero la vida nos presentaba una oportunidad diferente y bajo otra perspectiva muy distinta. Eso sí: antes humana, humana ahora. 



Agradezco a Dios y le pido Luz en el camino. 




Qué gran privilegio me ha concedido la vida, qué gran regalo de Dios. 





Mi Gran Milagro


Comentarios

  1. Inmensamente rico en sentimiento, y en especial nos confirma que existen milagros, milagros del alma. Como siempre nos traes un derroche de emociones. 👍⚘😘

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