MI NOMBRE FUE CARLOTA



Carlota, sí. Así me llamé, o me llamaron, en el mundo de los mortales. Así viví y así me fui de allí. A pesar de todo, me gustó el tiempo en el que permanecí en la tierra. A pesar de todo y de mí misma, de mis circunstancias y de las de los que me rodeaban.


Utilicé a la gente, a toda la que pude. Sí, esta es la hora de confesar las cosas que allí nunca dije. Pero no fui mala, de verdad que no lo fui. En el engaño a todos aquellos que sonreí, les hice brillar los ojos. Creían en mí, les gustaba. Hombres, mujeres. Es un engaño placentero entonces, y aunque me daba cuenta, no era consciente de ello en su totalidad. Sabía de mi gracia, sabía que cautivaba. 


Pero ¿Alguien se conmovió de mí cuando yo nací en esa cuna supuestamente "privilegiada" pero llena de rigor, de una tremendamente maldita sociedad llena de prejuicios, sinrazones, complejos, maldades?  Aprendimos todos los de ese clan a mirar a la gente hacia abajo. No nos sentíamos superiores, ¡Es que lo éramos! Sé que suena patético, pero es verdad.


Yo llegué a referirme al chofer de camiones como "bruto, estúpido, animal" por decir lo menos. A la mujer de pelo negro como "india" pero peyorativamente. Yo era superior, yo era blanca! Mi papá siempre lo decía: "eres blanca, eres BLANCA, es un privilegio". También, al albañil le dije "bruto, imbécil". Claro, esto debí decirlo solamente con las de mi clase, porque alguna vez no pude evitar externarlo y... Quedé mal, me descubrieron "los de abajo". No todos, pero sí alguien. Alguno, algunas, no sé. ¡Pero qué iba yo a hacer! Era MI verdad, era MI realidad. ¡Esa era yo, y era superior! ¡Claro que lo era!


Era bella, mucho. Todos me lo decían. Recuerdo aquella vez en que el poeta me dijo lo extasiado que estaba al mirarme, de coche a coche. Llamaba la atención de todos, sí, es verdad. Y me acostumbré a eso.


No tenía tiempo de sufrir por los rigores de mis parientes cercanos porque debía guardar las apariencias. Eso ocupaba mi tiempo y atención. Y porque tampoco quise que nadie supiera lo que había muy en mi interior. Es más: creo que ni yo misma lo supe. Estaba tan concentrada en guardar mis verdades, que yo misma las olvidé y me convertí en mi propia mentira.


Lloré, es verdad. Lloré porque también fui humana, aunque no lo pareciese. Porque quería salir de alguna manera lo que estaba muy apretujado y escondido y no lo dejaba. 


Me tenía que debatir entre dos mundos: el mío y el que hubiera querido. Y, de verdad, es dificilísimo partirse en dos. Complicadísimo.


Llegué a creer que solamente iba a trascender si dejaba amores a mi paso, si les regalaba a sus pieles (ajadas casi siempre) algo del perfume que de mí emanaba. Y así fui por la vida, sabiéndome capaz de desatar tremendas pasiones. 


Decían que mi belleza era "clásica" o "antigua" pero quise, sin éxito, imitar la modernidad en lo referente a vestimentas. Ah! Y en esto de los amores, me sentía "moderna" por ser tan abierta y por abrir tanto... mis piernas. Y nunca, nunca me pesó. Mi infancia y adolescencia fueron difíciles, tenía derecho a rebelarme! Sí, así, aunque fuese en secreto. 


Guardando mi compostura de gente aristocrática, era realmente difícil en un mundo de inferiores, jugar a aceptarlos. Así es como "utilizaba" cada circunstancia a mi conveniencia.  No permitía que me tutearan, pero si la ocasión era propicia a mis intereses, cedía. Lo dije, lo digo: realmente un trabajo difícil dividirse entre mi mundo, y el de los de abajo.


¡No era mala, de verdad que no lo era! Alguna vez... Mas bien MUCHAS veces me ganaban esos sentimientos que se suelen tener en la condición humana. Dejaba que alguien mirara una lágrima salir de mis hermosos ojos,  quería en cierto modo parecerme a los que tenían permiso de todo. En mi clase alta, no había permiso de casi nada, muchísimo menos de sentir. 


Así transcurrió mi vida. Quise dejar huella, ser alguien importante. ¡No era mala, juro que no era mala!  Y un día, me diagnosticaron una enfermedad terminal.


Se movió todo, todo. El mundo cambió, ya pronto lo dejaría. Lo más destacable fue la lucha, esa tan dura, entre mis dos mundos. No sé a cuál de los dos pertenecía en realidad. No lo supe nunca.  Esa, y... La lucha por mi vida. Demasiadas luchas, cada vez más confundida me encontraba. 


¿Quién fui? ¿Quién soy? Aquí en donde me encuentro ahora me lo sigo preguntando. Y no entiendo, de verdad que no. Sólo pediría por piedad un poco de benevolencia al emitir un juicio sobre mi persona por la que fui, por lo que hice. Decía allá que no me importaba, pero la verdad es que ahora pido conmiseración. No me juzguen, por favor no lo hagan. 


Me llamé Carlota, me debatí entre varios mundos. Viví, morí y sigo viviendo. Sí, era verdad que iba a seguir viviendo. 

















Comentarios

  1. Hola Maty, tremendo relato, conmovedor, por un lado inquietante, por otro real como la vida misma y el final, aplastante. Bien narrado. Un abrazo. :)

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  2. Me alegro que te guste Sabina. Y sobre tu historia, como el título de la telenovela: los ricos también lloran.

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    1. ☺️ sí Federico, y vaya que lloran.
      Sabina es un gran talento!
      Abrazo...

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  3. Muy propio del ser humano acordarse de San Isidro Labrador solo cuando llueve. Qué bonita la certeza de la muerte, que torna humilde al soberbio.

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  4. La vida nos zarandea de aquí para allá y en cada momento sentimos y vemos las cosas de una manera diferente... o no. Abrazo

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  5. Cuanto dolor a pesar de tenerlo todo no pudo con la vida que le tocó. Una tremenda historia. Un abrazo Maty😘

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  6. Que entretenido relato y que bien narrado, hace que te metas en la historia contada profundamente, enhorabuena. Un saludo de ANTIGÜEDADES DEL MUNDO.

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  7. Hay mujeres que..., dice Sabina. Y a la protagonista de tu relato, pienso que no se la puede juzgar. Jugó a ser una mujer fatal, superior al resto del género humano, y lo que queda claro es que no fue feliz nunca. Pudo tenerlo todo y le faltó lo más importante. Se hizo fría, se hizo dura y pasó por su corta vida sin conocer el amor de verdad. Ser querido y que te quieran. ¿Qué sabía en realidad de la vida? Si pasó de puntillas por ella.
    Un relato muy bien escrito que te lleva a reflexionar.

    Un beso, Maty.

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    1. Así es Maria. Juzgar jamás, a nadie!
      Vivió y murió entrampada en un mundo que la verdad, a mí me da miedo. Me llama mucho la atención tu frase "pasó de puntillas por la vida"... Escalofriante.
      Un abrazo grande!

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